El agua es indispensable para la vida. Todos necesitamos consumir una cantidad mínima al día -dependiendo de las características del organismo y de otros factores como la edad- y resulta esencial disponer de una fuente, como un pozo o una red de abastecimiento estatal, que nos suministre agua apta para el consumo.
En primer lugar, cabe advertir que existen varias normativas, estatales y europeas, que abordan la aptitud del agua y que, según atendamos a lo que pone en unas o en otras, puede variar la consideración acerca de si un agua es apta para el consumo o no. En España, el Real Decreto 140/2003 sostiene que las aguas de consumo humano son aquellas que:
“… ya sea en su estado original, ya sea después del tratamiento, utilizadas para beber, cocinar, preparar alimentos, higiene personal y para otros usos domésticos, sea cual fuere su origen e independientemente de que se suministren al consumidor, a través de redes de distribución públicas o privadas, de cisternas, de depósitos públicos o privados”.
Al respecto, un estudio reciente elaborado por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), concluyó que, en España, el 89% del agua que sale del grifo es de calidad. No obstante, el territorio nacional cuenta con marcadas diferencias respecto a la calidad del agua ya que, por ejemplo, en el Levante el agua es más dura (contiene más cal) que en Madrid.
El citado estudio también halló contaminantes como nitratos en Palma de Mallorca. Además, encontró bacterias coliformes y los indicadores de contaminación fueron altos en lugares como Barcelona o Huelva. No obstante, este trabajo concluye que el consumo de agua cuenta con totales garantías para la mayoría de los españoles, aunque apunta que las aguas suelen estar menos controladas en municipios pequeños.
Formas de saber si el agua que consumimos es de calidad
Si queremos conocer con cierto detalle el estado del agua que consumimos, el Sistema de Información de Aguas de Consumo, dependiente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, pone a nuestra disposición un buscador que nos dará información del suministro que abastece la zona en la que vivimos. También se pueden solicitar los análisis a la compañía que opera en el lugar.
Sin embargo, cabe matizar que el estado del agua que sale por el grifo no solo depende del suministro de la red de aguas. El sistema de tuberías de un edificio puede aportar ciertos elementos al agua que no se pueden comprobar en el buscador. Igualmente, es posible que un domicilio consiga el agua de un pozo o de otro tipo de abastecimiento que no aparezca en las entidades nombradas y que requerirán de un tratamiento específico.
En cualquier caso, la opción más segura para conocer el estado del agua que nos llega a casa es solicitar un análisis a un laboratorio que nos revele al detalle su estado y composición.
Por otro lado, y aunque el agua sea apta para el consumo, puede resultar desagradable el olor y sabor a cloro. El tratamiento químico con este elemento orientado a lograr la potabilidad tiene este inconveniente. Esto se puede evitar instalando un filtro de carbón activo, que también actuará sobre restos de contaminantes como herbicidas que pueda tener el agua, y eliminará ese característico sabor a cloro.
De la misma forma, y dependiendo del territorio, el agua puede tener más o menos cal. Su presencia se traduce en algunos problemas como un desgaste mayor de electrodomésticos.
En España, lugares con altas concentraciones de cal son, por ejemplo, el Levante, Baleares o Zaragoza. Para abordar este asunto, la mejor opción es instalar un descalcificador que, entre otros beneficios, alargará la vida útil de los electrodomésticos afectados por la cal, lo que se traducirá finalmente en un ahorro.