El agua que bebemos y usamos para cocinar debe ser de buena calidad para proteger nuestra salud e incitarnos a consumirla.
Debe ser inodora y transparente, tener buen sabor, contener la cantidad adecuada de sales minerales y carecer de sustancias dañinas, como metales pesados, nitratos y agentes bacterianos o virales que puedan causar una infección. En la naturaleza, el agua potable suele estar en capas subterráneas y es extraída excavando pozos o bien aflora de las profundidades.
El ser humano para satisfacer sus necesidades ha debido aprender a potabilizar el agua de los ríos y lagos con tratamientos apropiados (desinfección, sedimentación y filtración son los más frecuentes); más tarde, el agua se bombea hacia unos depósitos y de allí se envía a los hogares.
El agua puede contener varios tipos de contaminantes:
- Microorganismos como bacterias, parásitos y virus. La mayoría se erradican en las plantas potabilizadoras, pero los virus son mucho más duraderos y difíciles de eliminar.
- Minerales tóxicos. El agua puede contener pequeñas cantidades de aluminio, arsénico, amianto, bario, cromo, flúor, nitratos, cadmio, plomo y mercurio, pero la contaminación provocada por la agricultura, minería, cría de animales y actividades industriales pueden aumentar su presencia a niveles peligrosos.
- Sustancias orgánicas. El agua puede contener residuos de animales, fertilizantes, pesticidas, petróleo, tintes o pinturas.
- Sustancias radioactivas. Hasta las fuentes de agua más limpias contienen trazas de uranio y de gases radioactivos.
- Residuos de productos químicos. Utilizados para el tratamiento del agua.
La cantidad de microbios puede deberse a la entrada accidental de contaminantes en algún punto de la red de repartición o en el agua destinada a la cocción de alimentos. Las características fisioquímicas del agua pueden influir en el desarrollo bacteriano a la salida de la planta potabilizadora.
El agua potabilizada posee una carga microbiana casi inapreciable, con bacterias, hongos, protozoos y algas. Sin embargo, algunas bacterias pueden experimentar una multiplicación en la red, favorecida por la presencia de una biopelícula en las paredes de las tuberías y por la discontinuidad de la distribución.
Estas bacterias, así como los parásitos y virus, pueden provocar enfermedades gastrointestinales incluso graves. El agua contaminada puede transmitir enfermedades como el cólera, la fiebre tifoidea o la hepatitis. Otros microorganismos pueden provocar infecciones en la piel, los oídos, la nariz y los ojos. Las bacterias se transmiten por ingestión de agua, de verduras crudas o de alimentos sólidos contaminados. Las partículas pulverizadas, por su parte, pueden difundir la Legionella, contaminante que se encuentra en el agua caliente de las duchas y en los equipos de aire acondicionado.
Para mejorar la calidad del agua de nuestro hogar, existen varios sistemas de tratamiento de agua: equipos de ósmosis, descalcificadores de agua, filtros de agua… Puedes ver estas opciones en nuestra sección «Conoce tus opciones de tratamiento de agua«.